lunes, 18 de mayo de 2020

El miedo de Raymond Rambert, el miedo de Gunter y mi miedo






Este relato está libre de spoiler.


Bueno, desde que inició la cuarentena en Peruland he comenzado a leer más libros de los que solía leer antes. Y pues, entre esos libros, estoy leyendo La Peste, muy oportuno libro para leer en este coronaviresco momento, de hecho.

Era de suponerse que el libro iba a describir un momento virulento en algún lugar del mundo. Y claro, ocurre en Oré, con una plaga traída por las ratas. Hasta el momento, si hacemos la comparación con el mundo real, sí sabemos que, nuestra peste actual: el covid-19, se originó en la ciudad china de Wuhan, pero no sabemos con exactitud qué animal trae este nuevo coronavirus. Dicen que un murciélago, otros dicen que fue por un pangolín, que en su versión pokemonesco sería lo más parecido a un Sandshrew. Pero mientras pasa el tiempo, se van sumando más posibles animales, así que la certeza del origen de este virus, no la tenemos por el momento.

Después de unos días de haber estado leyendo este libro, llegué a suspender su lectura cuando mi mente empezó a relacionar la descripción tan terroríficamente similar con la realidad. Doctores que se reúnen para tomar medidas, el aislamiento obligatorio, el cierre de las fronteras de aquella ciudad, la desratización como medida de prevención que asumieron las autoridades, incertidumbre del futuro, el reporte semanal de los contagiados y los fallecidos, gente enloquecida por el encierro, y muchas más etcéteras, que pareciese que Camus habría escrito un libro de profética advertencia.

Sin embargo, a pesar de toda esta psicosis que agudizó mi ansiedad y que me trajeron otros trastornos mentales, me acostumbré a esta sensación tan angustiante, que en ningún momento de mi vida imaginé vivir. Me acostumbré a dormir por la mañana y vivir por la noche, me acostumbré a los sueños surrealistas, al miedo nocturno. Pero, al pasar los días, puede superar los ataques depresivos por todo aquello que no pude hacer hasta ahora, luego de ese pequeño triunfo, pude volver a agarrar el libro y reinicié nuevamente con la lectura.

Conforme seguía la historia, me detuve en un personaje que me llamó la atención y alertó los sentidos, se trata del periodista que había arribado desde París a la ciudad de Oré, cuyo único propósito era reportar la condición de vida de los árabes que vivían en aquella ciudad. Y sin imaginar lo que se vivía o lo que se iba a vivir justo en ese momento, quedó atrapado en Oré. Raymon Rambert, nombre del periodista, buscaba desesperado la manera de huir de la ciudad.

Bueno, como saben, el nombre de este blog es Crónicas de una Periodistóloga, y como periodistóloga me puse a reflexionar sobre este señor. Y comparé ese miedo que sintió Raymond, con el reportero peruano Gunter Rave, que se hiciera conocido porque en uno de sus despachos en vivo se infiltrara de manera repentina un extrabajador de su canal que pedía a gritos el dinero que se le debía, y que con un improvisado cartel que decía: "GENARO, PÁGAME", se acercó a la cámara, sacando de primer plano a Gunter.

Luego de varios años de lo ocurrido en el párrafo anterior, en otro canal y en otro contexto, Gunter había sido el punto de la atención de los medios locales durante una semana. Y es que hasta la fecha, se encontraba cubriendo los acontecimientos que ocurría durante la cuarentena en el territorio peruano. Todos sabemos el pavor que puede causar un virus que ha matado gente, desde ancianos, policías y doctores en todo el mundo. Es un desafío para todo aquel que enfrente al covid-19 allá afuera. Parecía suponer que esos detalles eran, por obviedad, algo que considerar. Pero en una transmisión en vivo, la conductora y compañera de Gunter, que se encontraba en estudio; mientras que él, en el lugar de los hechos, le pregunta: "Gunter, tú que estás todo el día en la calle, contándonos lo que pasa, ¿NO TIENES MIEDO DE CONTAGIARTE?"

Esa pregunta provocó en Gunter una pena reflejada en las lágrimas que intentó secar y ocultar apartándose de las cámaras, en vivo y en directo, pero fue inútil, porque todos los televidentes presenciamos las sensibles imágenes en vivo. Es de suponerse que el estrés, el miedo, la preocupación de no contagiar a sus seres queridos, cayó en esa pregunta inoportuna e inocente, que con mucho esfuerzo respondió afirmativamente Gunter. Esas escenas conmovieron a todos, y significó varias notas periodísticas sobre el suceso.

En aquel momento imaginé a Raymod que, a diferencia de Gunter, expresó su miedo de formas más drásticas, y posiblemente, poco profesional. Pues, en una discusión que tuvo con Reiux, el doctor que estaba muy comprometido con la eliminación de la peste, le dijo:"Yo no he venido al mundo a hacer reportajes. A lo mejor he venido sólo para vivir con una mujer".

Quizás esa respuesta no signifique nada para algunos, pero para mí tiene mucho sentido. Sin afán de comparar miedos, porque los miedos no tienen comparación. Ese miedo, (no sé si comprensivo, no sé hasta qué punto una persona pueda llevar al límite sus miedos, no sé hasta a qué es uno capaz de renunciar) lo padecemos todos. Por un momento me detengo y pienso, cuántos policías han dejado de servir, cuántos médicos han dejado de atender por ese mismo miedo.

Por lo menos en esta cuarentena he aprendido a identificar esa sensación que se le llama miedo. Lo he sentido toda mi vida, pero recién ahora he descubierto que tenía nombre. Eso que me impedía hacer cosas, se llama miedo. Es ese miedo que produce un 80 % mis ansiedades. Ahora uso mucho esa palabra y tengo, miedo, valga la redundancia, de que se vuelva muletilla.

Muchos expresamos nuestros miedos como Raymond, con mucha desesperación; otros, como Gunter, se lo esconden hasta que ya no pueden más; u otros, en cambio, con mucha ansiedad, y sin saber identificarlo, como yo.

He aquí un hallazgo que hice a través de periodistas, pero que debo aprender a controlarlos durante y después de la cuarentena. Ahora sé que le daré menos chamba a mi psicólogo.











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